No se llenó el Pazo, pero los que estabán vibraron como en otros tiempos, empujando a su equipo y creando un asfixiante ambiente que ahogaba minuto a minuto a unos desquiciados jugadores menorquines para llegar a un marcador final de 73-65 para los de casa.
No diremos más, lo hecho hoy no vale de nada si no se ganan los dos partidos que vienen.
El viernes otra final. Permitirán los árbitros que el ganador de la eliminatoria se decida en la cancha?
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